Un espacio entre anaqueles y libros

LAS PALABRAS Y LAS COSAS - LAS IDEAS Y LOS HOMBRES
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lunes, 9 de mayo de 2011

El 1° de Mayo Día de los trabajadores, más no de sindicalistas


El 1° de Mayo de 1866, en Chicago, durante el Congreso Obrero reunido en Baltimore, Estados Unidos, una manifestación de obreros que reclamaba una justa medida para los trabajadores era la jornada de ocho horas. El hacer valer la máxima: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”, fue reprimida con gran violencia por la policía.  Los siete obreros que habían hablado durante el acto fueron detenidos, sin pruebas de su responsabilidad en los hechos, los obreros Fischer, Engel, Parsons, Spies y Lingg son condenados a muerte y ahorcados.

En homenaje a ellos, el Congreso Internacional reunido en París en 1889, declaró el 1° de Mayo Día del Trabajo.  Desde entonces son los “Mártires de Chicago”.  En ese congreso se resolvió que los obreros de todo el mundo paralizasen las tareas todos los primeros de Mayo en  homenaje a los mártires de Chicago, y por la conquista de una legislación protectora.
La gran pregunta que me hago por estos días, es si esos mártires no fallecieron en vano, pues su sacrificio se ha visto licuado una y otra vez por quienes dicen representar los intereses de los trabajadores y en realidad representan a “sus” intereses, convirtiéndose en un grupo de élite, parasitario de la masa laboral, obteniendo jugosas riquezas a expensas de los demás, viviendo en lujosas mansiones a las que sus “protegidos” jamás podrán aspirar, operando en las sombras empresas prebendarias del Estado y así incrementando su capital geométricamente año tras año...
Estos son los que dicen defender a los que en las mañanas de invierno se levantan para que el PBI de cada país no decaiga. Y sin embargo, ellos, lo que no desean que decaiga son sus cuentas bancarias. Lamentablemente la sangre de los mártires de Chicago, sigue licuándose como una hemofilia sin solución de continuidad...

jueves, 10 de febrero de 2011

La verdadera Primer Guerra Mundial

En general acordamos en que la Primera Guerra Mundial, también conocida como la “Gran Guerra”, comenzó en 1914, tras el atentado de Sarajevo y culminó cuatro años después, con la intervención de la potencia que venía pidiendo pista: los Estados Unidos de América. Sin embargo, no todos los historiadores coinciden en esto último. Para el historiador catalán Jaume Vicens i Vives, la verdadera primera guerra en la que se luchó en Teatros de Operaciones en todo el orbe, se desarrolló entre 1756 y 1763, la cual conocemos como “Guerra de los Siete Años”. A primera vista, este conflicto suele ser subestimado y pasa casi desapercibido en medio de más portentosos y célebres como la “Primera Guerra de Independencia americana”, que dio a luz a la actual potencia hegemónica. Es a todas luces un gran error, pues se pierde la perspectiva que la Historia de la larga duración nos permite visualizar. La de los Siete Años, fue de tal trascendencia, de tal relevancia histórica, que determinó directa o indirectamente la política internacional de los siguientes ciento cincuenta años. Los bandos beligerantes fueron los habituales: por un lado Gran Bretaña y sus aliados y por el otro, Francia y sus aliados. Esta fórmula se repetiría hasta el hastío, pues hasta en 1905, la terrible guerra ruso – japonesa estuvieron los dos contendientes que luego se darían las manos, no por amor, sino por el temor ante al avance del Segundo Reich. La conflagración dio por tierra con el primer imperio mundial francés, asegurándose el Reino Unido la hegemonía de los mares hasta su reemplazo por otro imperio nacido de sus entrañas. Acabó con las aspiraciones francesas sobre la India, subcontinente que se convertiría en la más preciada joya de los ingleses y la defenderían a cualquier precio, ante cualquier adversario, como bien lo probaron en la Segunda Guerra Mundial. En América, Francia desistió de establecer una base permanente colonial en el Canadá, gracias a la acción decidida de ingleses y de colonos americanos. También en Oceanía se combatió, pues los efectivos casacas rojas entrarían triunfantes en Manila, posesión española, aliada de Francia. En pocas palabras, todo llevó inexorablemente al predominio británico que extendería sus influencias comerciales, económicas y políticas de modo irresistible y a ser reconocida como potencia hegemónica, incluso durante la época napoleónica, pues Bonaparte controló el continente, más no los mares, especialmente luego de la espectacular derrota de “Trafalgar”. En Asia, al consolidarse el poder inglés en la India, dejó a Francia la porción marginal de Indochina, que se prolongaría hasta su retirada desordenada a causa de Dien Bien Phu, Vietnam, el 7 de Mayo de 1954. El Tratado de París del 10 de Febrero de 1763, coronó el fin de una época y vio el surgimiento de otra con el comienzo del largo reinado de Britania. De alguna manera, esta “protoprimera” guerra planetaria profetizó las calamidades a las que se vería expuesta la humanidad casi dos siglos después.