Un 1° de Diciembre de 1878, el Comodoro Luis Py de la Armada Argentina izó la bandera nacional en el paraje denominado Cañadón Misioneros a las 17 horas de ese histórico día. En sí, fue un acto simple y rápido, pero cuyas implicancias perdurarían en el tiempo hasta nuestros días.
Como sabemos, era de larga data el enfrentamiento no muy solapado entre Argentina y nuestros vecinos chilenos, en torno a la posesión definitiva de la Patagonia, que ellos reclamaban como propia. En aquel año, la cañonera chilena “Magallanes” había capturado a la nave norteamericana Devonshire que tenía permiso argentino para extraer guano en la región. El conflicto internacional no se hizo esperar y el Ministro de Guerra del Presidente Avellaneda, general don Julio A. Roca, envió a Py al mando de una escuadra rumbo a los mares australes para evitar más intromisiones de los trasandinos, entre cuyos buques se hallaba uno que cumpliría días de gloria futuros: la entonces cañonera y posterior corbeta “Uruguay” (hoy Museo expuesto en Puerto Madero, Ciudad de Buenos Aires). El 27 de Noviembre remontó el río Santa Cruz y por fin ese primer día de Diciembre reafirmó los derechos argentinos sobre tan vasto territorio.
No es casual que este sublime acto heroico, coincida con la campaña militar del mismo Roca hacia el Desierto y cuyo objetivo era terminar definitivamente con el imperio de saqueos y robos descarados a las poblaciones pampeanas por parte de los mapuches, quienes eran apañados por el gobierno chileno. Abiertamente Chile no podía ocupar nuestra tierras del sur por hallarse enfrascado en una guerra contra Perú y Bolivia, la llamada “Guerra del Pacífico” y no era adecuada estratégicamente hablando abrir otro Teatro de Operaciones y un enemigo más.
Es por ello, que hombres como Roca, Py, Piedrabuena, Levalle, Villegas o Vintter deben ser recordados con respeto y con la debida distancia histórica, sin anacronismos absurdos, ni torceduras de brazo a Clío, musa de la Historia, porque la Historia, al igual que la Verdad, no necesita de nuestras mentiras... (SS. León XIII)
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